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jueves, 10 de mayo de 2012

¿Por qué somos así?

ÍNDICE GENERAL de "EL CULTURAL"




El Cultural de la Sierra (II)
Guadarrama, mayo de 2012



Un joven español
Así somos y no parece haber remedio
¿Por qué somos así?
Poderosa síntesis “mapeada” del siglo IXX 
A veces me pregunto...
Bicentenario de “La Pepa”


Un joven español


Solemos referirnos a los jóvenes sin destacar las virtudes que anidan en ellos. Salen en los medios con motivo de sus festejos a botellón limpio, o por las gamberradas que pueblan nuestras grandes ciudades en las que son protagonistas indiscutidos.  Sin ánimo de ir más allá de las razones que impulsan tales actitudes  deberíamos poner énfasis, por ejemplo, en la actividad que desempeñan en áreas del conocimiento ya humanista o  científico y de colaboración en lugares de recónditas zonas de África, ASIA o Hispanoamérica 

Acaba de llegarme un video en el que un joven español  desde Bruselas, la capital de Europa, pone en vereda a dos eurodiputados que asumieron  la "autoridad" y el derecho  de los políticos para resolver los problemas que aquejan a Europa y al mundo. Inteligente, rápido, estricto, severo en sus críticas, no pudieron con él. Los invitamos a que lo vean en toda su inteligencia no exenta de sencillez.   



Así somos y no parece haber remedio

    En nuestro número anterior -El CULTURAL (I)- hicimos referencia  a la cultura, a la civilización y a los “pigs”. Bien valdría la pena que ahora hiciéramos una evaluación de nuestro estado cultural, entendiendo por tal la capacidad relacional que tenemos los españoles. Guadarrama no escapa a ello. Vivimos en una sociedad que es fiel reflejo, como no puede ser de otro modo, de aquélla a la que pertenecemos.
    Una de las primeras características que se aprecian es un individualismo (¿egoísmo?) exacerbado que nos impide participar en la “res publica”, reunirnos para abordar intereses comunes. ¿Cuánta gente de la que se autodenomina “decente” participa en política, o en el AMPA de la escuela de sus hijos o en la administración de los intereses comunes de su bloque de viviendas? ¿Se ha preguntado porqué cae  la crítica más cruel sobre cualquiera  que se lance a innovar, a trabajar por la comunidad? 
    Daría la impresión que vivimos ensimismados, encerrados en nuestras pro-pias circunstancias, limitados por el riesgo de que descubran nuestros adentros.  La vida social no se desarrolla en el ámbito del hogar, sino afuera: la vivimos en la calle. No hemos descubierto que el hogar es el “adentro” del hombre; un adentro del que tiene que sentirse tan orgulloso que  tendría que compartir con sus relaciones; tan seguro como para  abrir sus puertas ofreciéndose a los demás en un gesto hospitalario que salga al encuentro del otro. Así Podríamos conocernos, compartir. Sin embargo, el bar es nuestro punto de encuentro. Festejamos los bautismos en el bar y las comuniones son fiestas ex-portas. La trascendencia de lo relacional muere en la indiferencia de un contacto sin compromiso. 

Asistí a una boda en la que la novia agradeció, desde casi el mismo altar, la presencia de amigos, familiares, y asistentes.  ¿Y su reconocimiento religioso?
Cuando terminó de hablar, el cura le recordó que se había olvidado de agrade-cerle a Dios.

  ¿Quién no ha escuchado en una junta de vecinos los disparates más groseros? ¿Y en un AMPA? ¿Y en el ambulatorio? ¿Nunca ha escuchado “para eso pago”? Es una actitud carente del reconocimiento que se merecen los demás, de las circunstancias que otros crean para disfrute de todos.

    Afortunadamente nuestros jóvenes no son así. Es de decirse que esta historia de “pigs”, civilización y cultura les importa poco. Van descubriendo lugares que les dan la oportunidad de ser ellos mismos, allí dónde hacen falta -ya sea en África o en EE.UU-. Y se van. 




¿Por qué somos así?



    Los cambios que se operan en el mundo nos obligan a un análisis del que no podemos escapar a no ser que demos por hecho que no hay más que aceptar las condiciones que se nos imponen. En estos días ha trascendido que en Suiza los trabajadores han resuelto por referéndum que no se amplíe el número de días de vacaciones establecido para que no caiga la productividad.

Cabría preguntarse porqué no pasaría lo mismo en nuestro país.

Las sociedades del norte de Europa son distintas de la nuestra. Se trata de sociedades en las que la comunidad cementa las instituciones (José Egido*), algo que no pasa entre nosotros porque no vivimos en comunidad.

El aparato que sostiene la sociedad se sustenta en las instituciones; su símbolo es el poder. El símbolo de la comunidad es la hermandad. Cuanto más fuerte es la comunidad más controlado y efectivo es el poder y más respetadas sus instituciones. En estas sociedades, respetuosas continuadoras de una forma de vida que alentó el protestantismo, las instituciones se han consolidado porque la gente asume  la puesta en común de los valores comunitarios en todos los campos de la vida: en el ciudadano respetando las instituciones y cum-pliendo con las normas que impone y en lo social con una sana convivencia sustentada en el respeto por los demás.

Nosotros no hemos tenido esa formación. La catolicidad que bien podría haber sido el sustento de nuestras instituciones, como lo fue el protestantismo de aquéllas, no ha cumplido con esa misión. Antes  bien se ha aliado con el poder integrándose “socialmente” como una institución más dejando de lado su mandato comunitario.

Esto conlleva un debilitamiento de las instituciones –a las que no respetamos;  léase franquismo, 23 F, o cuanta revuelta ha tenido lugar en España (y en Sudamérica, claro, donde es aún mucho más evidente que aquí)- y la masacre a la que hemos sometido a la puesta en común de la idea de fraternidad. La consigna es “sálvese quien pueda” –me recuerda a aquélla de “salva tu alma”- a diferencia de las que sostienen que de salvarse, todos a la vez, nunca de a uno.

De no ser así -como de hecho lo es– aparecen los “salvadores de la patria”: en América los videlas y los pinochets y aquí los que salvan a los bancos y abandonan a la gente a su suerte.



Nota: Dr. José Egido, profesor de filosofía, escritor. Universidad de Alcalá, UNED, Aula de Humanidades, Guadarrama)

www.fundacionemiliamariatrevisi.com




Poderosa síntesis “mapeada” del siglo IXX 

El Antiguo Régimen

La Revolución Industrial

Las revoluciones burguesas

El movimiento obrero

El imperialismo

Arte

Abundar sobre MÚSICA, FILOSOFÍA Y CIENCIA, ARTE Y LITERATURA en




A veces me pregunto...
Por Carlos A. Trevisi
...por la Iglesia

El Cardenal Rouco Varela visitó un barrio de chabolas en los alrededores de Madrid. Lo acompañaba un grupo de otros miembros de la jerarquía eclesiástica. Al acercarse a unos chicos que andan por ahí, Rouco Varela le pregunta a uno de ellos ¿"Conoces al niño Jesús?" El chaval le contesta, presto: "Si, es el hijo de la Daniela".  
No termina allí. El cardenal, dirigiéndose a los sacerdotes amigos, dice entonces:  "Aquí hace falta catequesis". El paisaje que se ve en la foto es desolador: tierra seca y una mugre que anticipan a simple vista el dolor y la miseria en la que viven esos chicos.
Pero eso no es todo.
La Iglesia española acaba de lanzar por televisión una propaganda que invita a los hombres a tener trabajo fijo y garantizado si se hacen sacerdotes. Es lo único que le faltaba: conseguir vocaciones aprovechando una desocupación que ronda los 5 millones de parados. Es evidente que esta novedad como la del "hijo de la Daniela" pone en blanco sobre negro que nuestra jerarquía eclesiástica ha perdido el rumbo. Y lo hace sin malicia. Simplemente desde su incapacidad para ver la realidad, sin inteligencia. Como decía una izquierdoso argentino de la época de la dictadura de Videla: "aspiran a un país de sirvientitas". Cambien “país” por “Iglesia” y contengan las lágrimas (por lo de “sirvientitas”, claro).

20 de marzo de 1812, cuando España quería ser moderna e ilustrada

Bicentenario de “La Pepa”

Por JOSÉ MARÍA LASSALLE , El País

Hace dos siglos las columnas de Hércules del Antiguo Régimen fueron desbordadas con la aprobación de la Constitución de Cádiz. El 19 de marzo de 1812 fue una jornada de júbilo que el pueblo gaditano celebró en las calles sin importarle el runrún homicida del cañoneo francés ni el aguacero ventoso que acompañó las celebraciones que festejaron que España daba forma a su recobraba libertad frente a la tiranía. Cádiz se sumergió en una fiesta cívica que, años después, Alcalá Galiano relató en sus Recuerdos como un día glorioso de fiesta que marcó el comienzo de un tiempo histórico revolucionario. El nacimiento de La Pepa fue un “aquí y ahora” que coincidió con el aniversario de la subida al trono de Fernando VII y que desgarró nuestra historia colectiva con uno de esos hitos que marcan un antes y un después…[…] Artículo completo en

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