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lunes, 21 de mayo de 2012

Realidad y realizaciones

ÍNDICE GENERAL de "EL CULTURAL"




Acerca sobre cómo ver la realidad y de cómo acometer realizaciones
por Carlos A. Trevisi (2006)



Donde se asientan las ideologías
Contrariamente a lo que sucede normalmente durante la primera etapa de la vida, que autoriza búsquedas que desacatan el llamado de la realidad, de pronto, gracias a un ejercicio intelectual y volitivo que nunca cesa, uno se ve respondiendo a la convocatoria de los hechos. Se descubre entonces que no es uno el que elige los “temas”: es la realidad la que nos convoca, haciéndonos actuar en respuesta a sus estímulos. Anonadado, uno ve , entonces, que las cosas cobran una grandeza que antes jamás tuvieron. Su brutal presencia nos lanza a la aventura de penetrarlas hasta abrasarnos en ellas. Esta movilidad, gracias a la cual cierra dialécticamente nuestra comprensión del mundo (convocatoria de la realidad / aceptación de la convocatoria / aprehensión/ transformación de variables y reinserción) nos permite rever relaciones que habían cristalizado en el campo de las ideas precisamente porque sus términos no habían sido sometidos a esa circularidad; su inmovilidad las había degradado hasta el punto de convertirlas en dogma, en creencia, en verdad-porque-desde-siempre-lo-fue, es decir, en mentira. Este análisis desvela que las ideologías no bastan para ”ver” el mundo, que hace falta algo más.


En busca de la realidad
Sólo una necesidad personal profunda puede motivarnos a abordar la realidad. Y abordar la realidad es penetrarla profundamente. Ese fuego que nos lleva a ver las cosas más allá de lo que denotan exige un arsenal de saberes y una gran armonía para reconocer hasta dónde podemos llegar. Para esto es imprescindible haber visto el mundo y haberse visto uno mismo para insertarse en él. El proceso es lento y la senda ríspida. No hay enciclopedia que nos lo explique, no hay ideología que nos arrope. Hace falta poder de observación y capacidad de análisis.


El punto de partida puede ser un pieza literaria, una obra de teatro, un cuadro, una película... Acaso el Quijote cuando habla de la “razón de la sinrazón” (tan aplicable a estos momentos históricos cuando nos apartamos de las esencias y quedamos atrapados en las circunstancias); o “El 2 de mayo” de Goya que connota mucho más que lo que denota, de modo que su aprehensión nos abrirá camino hacia una infinidad de nuevos conocimientos y experiencias no necesariamente vinculadas con el arte), o Unamuno en su “Vida de Don Quijote y Sancho” donde nos hace ver que el único éxito radica en encontrar compañeros de lucha; u Ortega cuando habla de rebeliones, o Nitsche con su superhombre; o Isaacson cuando, siguiendo a Buber, nos revela “la revolución de la persona”; o viendo una película como “Doce hombres sin piedad” en el que se muestran todas las actitudes que asume un ser humano ante una situación límite; o leyendo a Shakespeare, a Faulkner, a Whitman, o a John Dos Pasos en su “Manhattan Transfer”; o analizando la carga semántica de palabras falazmente iguales, como decir-hablar, oír-escuchar, optimismo-esperanza o pesimismo-escepticismo para alucinarnos con el descubrimiento de que “hablar” es diálogo y que los que “dicen” condenan al hombre sólo a “oír”; o cuando descubrimos que el “escuchar” se lleva por delante al “oír”; o que en "optimismo" hay una carga azucarada de deseo que en "esperanza" se transforma en acidez de búsqueda; en "pesimismo" un quebranto de fe y en "escepticismo" incertidumbre racional de un logro...



Ese es el camino, porque en este análisis se aprende a ver el mundo y los trastornos que se están operando; la escasa resistencia que se opone a la banalidad; la complaciente estupidez de los que se conforman con que les “digan” o simplemente con “oír”; la desvaloración de palabras como “libertad” o “democracia”; “pobreza”, “guerra”, “muerte”, “vida”, “amor”... o la sacralización de palabras tales como “mercado”, o “competitividad”, o “capital” desoyendo el clamor de los que demandan controles, trabajo y solidaridad; el descubrimiento de que el “optimismo”, esa gracia que nos envuelve sanamente, es vano, y que la “esperanza”, que exige un marco personal y social fluido que transformen la búsqueda ácida en encuentros, se transforma en mera ilusión.



Un mundo de realizaciones
No podemos abandonar “el mundo de las realizaciones” en manos de los que no “ven”. Hay que hacer un llamado que alerte de aquellos que parcelan la realidad abordándola desde las ideologías, y de los que se lanzan a la acción sin el “arsenal de saberes” que es menester, y sin tener conciencia de los propios límites para saber hasta dónde pueden llegar.


El compromiso que asumimos al “ver” nos obliga a una nueva aventura: desentrañar al hombre mismo para relanzarlo en recuperación de sus adentros y hacerle ver, a pesar de nuestras propias limitaciones y con el ardor que nos provoca sabernos tan lejos y tan cerca de la verdad, tan entregados y tan egoístas, tan sagaces y tan torpes, que el mundo de las realizaciones se sustenta en la prodigalidad de quienes poseen la rarísima cualidad, que muy pocos pueden ostentar, de anticiparse a las circunstancias gracias a un manejo casi perfecto de sus variables y como resultado de una profunda consubstanciación con la realidad; que es imprescindible que aprendan a tejer con precisión su entrecruzamiento y llegar a conclusiones atribuibles a la fuerza íntima que anima a una perpetua búsqueda.
A eso tenemos que aspirar si queremos realizarnos: a una profunda consubstanciación con la realidad, porque de esa manera entenderemos que el saber se logra creando nuevos espacios de conocimiento que se dan cita, arborescentes y pujantes, multiplicando sus posibilidades de realización; que tenemos que vivir crónicamente, ser capaces de responder a la convocatoria de los hechos porque contamos con un bagaje rico en vida, en experiencias, que tiene un punto de partida en el que se asienta una red de ínter causalidades que paulatinamente, sin prisa pero sin pausa, nos va alejando de la diletancia para impulsarnos a la acción.


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