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lunes, 18 de junio de 2012

EL INGLÉS EN LA EDUCACIÓN SISTEMÁTICA

ÍNDICE GENERAL de "EL CULTURAL"
¿Aprender inglés? (I)

Carlos A. Trevisi
DIALOGOS educativos

Nadie aprende aquello que no le interesa. Es grave, sin embargo, que queriéndolo hacer no lo logremos. Todo el mundo estudia inglés, una gran mayoría nos creemos "diestros" en inglés pero muy pocos, poquísimos, saben algo de la sajona lengua. ¿Quién no lo ha incursionado? En algún momento de nuestras vidas el colegio secundario y academias que prometen el oro y el moro según una fórmula becketiana recomendada por los oligofrénicos profesionales para aprender idiomas: "¿Es su padre torero o posee una casa en las afueras?" (Fernando Savater), han intentado introducirnos en el "idioma del mundo" sin mayor éxito.
Desde mediados de la década del 80, la furia que desató la informática entre los jóvenes cambió las reglas del juego respecto del aprendizaje del inglés. La perentoriedad de su conocimiento los lanzó a leer manuales que, no sin esfuerzo, lograban interpretar gracias a dos hechos: primeramente, las características propias de la lengua: el inglés tiene entre un 70 y 80% de palabras transparentes (aquéllas de raíz latina que se entienden a simple vista) y, en segundo lugar, que experimentaban el resultado de sus conclusiones "ipso facto" sobre el "soft" que querían operar. La novedad consistía en que había una gran cantidad de gente que, sin desconocer la importancia del habla, necesitaba, sin embargo, entender textos escritos en inglés.
Esta diversificación nos exigió, por lo menos a aquellos que nos decidimos a prestar atención a la realidad, a incursionar por otras metodologias.
Está claro que no es lo mismo "hablar inglés" que "leer inglés".
Para hablar es menester que el aprendiz satisfaga mínimamente dos o tres variables ineludibles. Ante todo, tiene que someterse a una alta frecuencia de impacto de la lengua inglesa. Este contacto con el habla deriva naturalmente en la adquisición del reflejo lingüístico, capacidad innata que debemos desarrollar para sacar de la "chistera" una respuesta inmediata ante cualquier estímulo oral que se nos ponga por delante. El proceso exige no menos de dos horas académicas semanales y 7 u 8 escuchando cantantes ingleses, viendo videos y curioseando todo lo que llega a nuestras manos. El esfuerzo es grande y sólo puede llevarse adelante con una verdadera vocación por la lengua inglesa o una gran necesidad de aprenderla. Al cabo de 14 o 18 meses un aprendiz que se ha volcado al inglés con entusiasmo puede decirse que se maneja sin dificultad en lo más cotidiano del habla. No obstante, puede llegar a quedarse atónito si pretende entender un programa de radio, una tertulia o un noticiario por televisión.
Leer inglés exige mucho menos y hasta puede gratificar mucho más. La estructura del idioma inglés es muy simple; sus verbos también lo son y ni hablar del vocabulario, tan transparente como es. Una persona que se aboque a su estudio, en seis horas académicas logra conocer la infraestructura del idioma y en alrededor de 20 horas más, con una buena práctica de traducción, está en condiciones de traducir lo que es específico de su profesión.
No estaría mal que ahora nos preguntáramos cuál es el objetivo que se persigue en nuestras escuelas e institutos. ¿Se enseña a hablar o a leer? Si enseñamos a hablar, ¿satisfacemos la exigencia de frecuencia de impacto de la que hablamos? ¿Qué metodología se sigue? ¿Acaso una "sui generis" donde ejercitamos la "voz indirecta" y la "Voz pasiva" (fantasmas de los estudiantes) por escrito? ¿Se escuchan cintas grabadas con voces y canciones inglesas y se pide a los chicos que las interpreten? ¿Se ven videos de películas inglesas subtitulados en ingles, de los que tanto abundan en cada quiosco de España?
Más allá de una (o varias) respuestas hay algo que sí podemos hacer.

¿Aprender a hablar inglés en la escuela? (II)

Carlos A. Trevisi
DIALOGOS educativos

La manifiesta incapacidad de nuestros chavales para producir tres sonidos bien puestos en inglés y los magros resultados que se obtienen en la interpretación de textos escritos deberían hacernos meditar acerca de las causas que motivan tal fracaso escolar.
En eso de los sonidos bien puestos, la cantidad de alumnos por curso y los distintos niveles de conocimientos de cada uno de ellos terminan con las posibilidades de adquirir el manejo del habla. Irremediable y categórico: la poca frecuencia de impacto de la lengua sobre los alumnos -tres horas semanales- y la superpoblación -cursos con 25 chicos - no autorizan el éxito. Tampoco parece ir en vías de mejorar, pese a que se ha considerado el problema y hasta se han intentado soluciones (una de ellas ha sido agrupar a los alumnos por niveles, lo que trae aparejado no pocos conflictos pedagógicos y escasos resultados. Los alumnos que vienen con conocimientos de inglés están más adiestrados para estudiar y se marcan grandes diferencias entre secciones, rompiéndose el justo equilibrio que se establece cuando se trabaja en la diversidad: el curso de los "avanzados" en inglés arrasa con los otros).
La realidad es que el problema, así planteado, ("enseñemos conversación") no tiene solución. En las condiciones en que se imparte es una utopía pretender que los chicos logren alguna vez hablarlo.
Uno no aprende inglés sino escuchando inglés. Así, en un colegio bilingüe no es difícil aprender a hablar: hay suficiente frecuencia de impacto de la lengua y se logra la adquisición del reflejo lingüístico, esa capacidad de respuesta inmediato ante un estímulo oral. Va de suyo que los chicos, en esos colegios, se inmersan paulatinamente en la comprensión del inglés según los modos de uso que hacen a la convivencia entre ingleses: comer en "inglés", poner la mesa en "inglés", hacer gimnasia en "inglés", cantar en "inglés" pedir, ofrecer, saludar... Se agrega a esto la actividad académica: cuatro horas diarias de "inglés" durante las cuales se estudia desde biología hasta matemática (una abundancia de "inglés" como la que refleja el mismísimo texto que usted está leyendo) A mayor exposición de contenidos, mayores y mejores posibilidades de aprehensión y elección, lo cual no sólo didáctica sino también pedagógicamenmte marca una gran diferencia.. Esta metodología permite a los chicos "construir" su propio aprendizaje.
¿Cómo recrear esas circunstancias en un ámbito donde naturalmente no se dan y cuando ya nadie piensa en aprender inglés para tomar un "tea" con Doña Isabel, la soberana, ni tiene como meta llegar a ser presidente de la productora de amarronada bebida gaseosa ?
La solución podría girar en torno de los recursos (PCs, videograbadoras, grabadores de voz, laboratorios de idiomas); materiales a utilizar (soft, videos, CDs, DVDs, "white boards" conectados a ordenadores); de contenidos que satisficieran los objetivos que se persiguen y de la actitud-actividad de los profesores, del nivel de inglés  conversacional de los profesores... El soft tendría que satisfacer el rango operativo del recurso PC: la interacción, la expandibilidad, la arborescencia, la personalización y el gusto; los videos , con su gran exposición de contenidos, la integralidad; los CDs y DVDs con películas atractivas subtituladas en inglés, con la banda de sonido de la película independizada de la película, la frecuencia de impacto; los cuadernillos, la ejercitación; la comprensión; los ejercicios, grabados en un CD, el habla.

En la escuerla hay que favorecer la implementación del uso de materiales que se integren no sólo en satisfacción de las modalidades que impone el curriculum, sino también de los docentes, ejes del cambio, y de los chicos, sus detinatarios.
Así vemos cómo, precisamente en cumplimiento de lo que NO se debe hacer, en los institutos se enseña a los chicos a saludar "formal 'y/o' informalmente" , a solicitar una habitación en un hotel o a estudiar el participio pasado de los verbos irregulares del capítulo 8 de un libro importado de Hong-Kong, en el que Bob Smith, personaje de la obra, se defiende de la policía que, injustamente, lo acusa de haber robado una camisa en Macys, en el corazón de Manhattan. No es extraño, así, que, latamente, cualquier chico que termine la escuela media salga diciendo que no aprendió nada de inglés.
Nuestros estudiantes tienen otras urgencias - entre ellas aprender a pensar, amén de aquella otra de aprender a leer inglés para interpretar los manuales o textos específicos de lo que será su vida profesional futura, o investigar artículos escritos en la invasora lengua.
En respuesta a todas estas dificultades se deberían implementar metodologías para el aprendizaje del inglés como estructura idiomática, para la interpretación de la lengua escrita. Savater nos dice : "...he aprendido a leer inglés gracias a [...] un maravillosamente largo mes de agosto". El "largo mes de agosto" tal vez no pueda acortarse pero es menester despertar en los chicos un afán por adentrarse en un método didáctico que los libere de un esfuerzo que sienten que no sirve para nada.
¿Por qué no encarar  sistemáticamente, entonces, la interpretación de textos en lugar del "habla"? Si aprendieran a "leer" inglés, en poco tiempo podrían interpretar textos técnicos -informática, biología, revistas especializadas, brochures de turismo- consultar Internet, interpretar letras de canciones, videos...
En fin. Será cuestión de que nos decidamos. Es mucho más sencillo que enseñarles "conversación", más útil y para nada inhibitorio de que cuando tengan la necesidad de hablar aprendan a hacerlo en otros ámbitos. Después de todo no tiene ningún misterio Sólo hay que darle el marco adecuado.
Un comentario final, duro pero honesto ¿nuestros profesores de inglés hablan inglés? Cuando últimamente la Presidenta de la Comuniad de Madrid decidió contratar profesores nativos ingleses hubo un gran revuelo. ¿Cómo vamos a contratar 8000 profesores de habla inglesa si en España hay más que ese número de nacionalidad española que son bilingües?, se dijo por ahí. Epa! Epa!




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