Organizaciones intermedias
El hombre ha salido siempre de las trampas en las que ha caído
víctima de las exclusiones y de los cambios que se han operado a lo largo de su
historia. Acaso como nunca antes, cuente, en este momento, con los recursos
para asumir el cambio como actor, como parte interesada que aporta lo suyo ante
los mandatos del poder.
Hay que educar a la gente para que se acelere el cambio, y a sus
hijos para que asuman los valores de la ciudadanía: la puesta en común, la
tolerancia, el respeto por los demás, el reconocimiento de que también “son”,
aunque piensen de distinta manera, la crítica sana, la solidaridad, la
reflexión, el apasionamiento por defender lo que es de todos, la consecuencia
en la lucha, el diálogo, la comprensión y la valentía de sostenerse contra
viento y marea pese al convencionalismo, la cobardía, el autoritarismo, la
obcecación, el individualismo, el pragmatismo y el servilismo de los que se
niegan a asumir su compromiso y depositan su responsabilidad en quienes empujan
tales dejaciones.
No hacen
falta grandes pensadores; basta con organizaciones intermedias que estén al
servicio de sus asociados; con juntas vecinales participativas que eleven
inquietudes a sus autoridades municipales, con centros deportivos y sociales
donde se encuentre la gente; con centros de esparcimiento, culturales,
docentes…
La
ciudadanía no necesita polideportivos manejados por los ayuntamientos, colegios
manejados por el estado, centros culturales con subvenciones del estado,
centros de formación docente dependientes de un estado omnipresente y
paternalista que elige, dicta, financia, construye, administra… Tenemos que
lograr un estado que garantice la creatividad
del pueblo prestando
asesoramiento a sus iniciativas, regulando su quehacer, orientando las
prioridades y garantizando la puesta en acto de sus inquietudes.
El primer
paso sería liberar a la democracia de su unión con el capitalismo. Es menester
que ambos cumplan su cometido, pero autónomamente. Si no es así no podremos
quitarnos de encima la brutalidad de un mercado que ha quedado dueño y señor de
vidas y haciendas.
Para eso es menester reflexionar sobre
el mundo que se avecina.
EL
CULTURAL DE LA SIERRA (ÍNDICE)
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